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FÉLIX CREYÓ EN EL CAZADOR CONSERVACIONISTA (I)

lunes, 21 de diciembre de 2009

  

Miguel Pou (Publicado en junio de 1994)

Félix Rodríguez de la Fuente, cazador de los 14 a los 21 años, y más tarde "cazador" fotográfico, tuvo al naturalismo por vocación de vocaciones. La curiosidad por la naturaleza que tan enérgica y fructíferamente fomentó, debe mucho a la caza, pues en ella se gestó la humana atracción primitiva por los campos y por el animal, al que por milenios los humanos continuaron acechando con telúrica admiración.

Es comprensible y justo, por tanto, que el contemplador de la vida animal abra los ojos a la realidad de la caza, pero considerada la dramática disminución de las especies y sus poblaciones, lo es más que cazadores y proteccionistas hallen un consenso frente a la peligrosa disminución de las especies ibéricas.

Inversamente, algunos que empezaron a dialogar con la naturaleza rifle en mano, se amistaron con los animales tras haber caminado con reverente silencio por las venturosas trochas del cazador. Este cambio de actitud es laudable, por el ominoso problema de la creciente erradicación de la vida en el Planeta y en España. Para resumir, por eso Rodríguez de la Fuente creía que es posible alternar la caza y la protección de las especies. Pero proteccionista de la fauna no lo es sólo quien comparte la escopeta y cuadernos de campo, sino el que la defiende. La zoología solo abarca el ámbito del estudio, de la constatación. Quien ayuda a que no retrocedan las poblaciones faunísticas, aquel que protege sus hábitats naturales y el equilibrio ecológico, ese es quien se lleva el Laurel, y ayuda tanto a cazadores como a proteccionistas.


Rodriguez de la Fuente, entendiendo que son hermanables el arte venatorio con el proteccionismo, pensó que, en todo caso, el hombre cazador regularía las poblaciones de las especies si mataba siguiendo las leyes que ha impuesto la naturaleza a "la estirpe de los predadores". Rifle en brazo, el "triunfante cazador" tiene sobradas razones para sentirse dueño de la creación cuando supera obstáculos, se perfecciona, y respeta las leyes de la naturaleza. Sin embargo "dominar" a las bestias, a los peces y a los pájaros no implica adueñarse de su belleza atesorada -sintiendo casi inevitablemente el flujo de una extraña nostalgia-. Engloba conocer y consecuentemente amar los seres vivientes que comparten el increíble y siempre renovado escenario de la Naturaleza. Esto puede conducir a la toma de una actitud proteccionista ante ellos, a conservarlos.

El panorama zoológico soporta hoy una tragedia añadida. Antes sobrevivían los habitantes silvestres más aptos, que mejor se defendían o huían de los predadores. Desde la era industrial, cualquier ejemplar por igual puede sucumbir: el arma moderna se lleva las ventajas, no distingue. El supremo cazador sencillamente ya no puede fingir ignorar que "desde el alba de nuestra creación" el arma trepó airosamente hacia la cumbre de perfeccionamiento constante, dejando muy atrás a capacidad de huida del animal, que rezagó su tiempo de adaptarse evolutivamente a ella.

No deja de ser triste y vergonzoso que éste y otros motivos hayan puesto en jaque gran parte de la fauna ibérica, especialmente a "joyas naturales de la evolución" como el lince, el águila imperial, la nutria o nuestros últimos osos, por citar pocos ejemplos. Y nadie puede ocultar ya el papel, más o menos importante que en esta tragedia juega la caza y sus variadas prácticas venatorias, legales o legalizadas. La vida en el Planeta mal sobreexiste acosada mientras la mayoría de los cazadores deportivos continúan conformándose con la misión de erradicar vida, amen o no a la presa que abaten. El mensaje -tan abierto y en realidad tan escasamente descifrado- de Rodríguez de la Fuente nos importa hoy al poner sobre el tapete la cuestión de si son compatibles la caza y la consevación de la naturaleza.

 

 

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