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La voz de los cazadores es la savia de la caza social en España, por eso es importante que entre todos expresemos nuestras inquietudes sobre todo lo que nos afecta, de una forma respetuosa y sencilla.

La caza social debe recuperar el protagonismo que le quitaron durante las últimas décadas y que mejor forma de hacerlo que a través de la voz de los cazadores.

Este espacio es un punto de encuentro de todos los cazadores sociales de España, por eso la UNAC te invita a participar en él con tus aportaciones.

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Fuentes de toda solvencia me han informado que se está redactando un nuevo Reglamento de Armas –no se modifica desde 1993– que, si no se remedia, será demoledor para nuestros intereses. O sea, muchísimo más restrictivo que el actual, que ya lo es.
Al parecer ya está redactado prácticamente la mitad del mismo y las pocas personas que han tenido acceso al mismo, están “asustadas” por su dureza. Aunque nadie sabe cuándo podría aprobarse, todo indica que podría entrar en vigor el año que viene.
 La comisión que está elaborando el Proyecto del Reglamento de Armas está formada por los mismos vocales que la CIPAE, es decir, la Comisión Interministerial Permanente de Armas y Explosivos. Esta comisión está presidida por la Secretaria General Técnica del Ministerio del Interior, María de los Ángeles González García, que al parecer, al igual que su predecesora, han demostrado un absoluto pasotismo hacia el sector armero y el mundo cinegético en general.

Esto, para qué nos vamos a engañar, nos lo temíamos. Cuando alguien comentaba en alguna reunión cinegética que a ver si modificaban éste o aquél artículo del Reglamento de Armas, siempre saltaba alguien con aquello de: “Más vale lo malo conocido...”

Los cazadores españoles, que tenemos, junto con Italia, el Reglamento de Armas más restrictivo de la Comunidad Europea –para esto no somos europeos, existiendo como existe una Directiva Europea de Armas–, estamos acostumbrados a sufrir, con estoicismo franciscano, todas las restricciones que se les ocurra a la autoridad competente, que además se sabe amparada por ese rechazo social a las armas, en este caso deportivas. Pero las estadísticas están ahí. La participación de cazadores y tiradores en casos relacionados con delincuencia y asesinatos son testimoniales. Somos más buenos, aunque estemos “armados”, que las Hermanitas de la Caridad, entre otras cosas porque sabemos que al más ligero desliz la Guardia Civil nos quita la armas sine die.

También es verdad que estos años atrás algunos pensábamos que un próximo Reglamento de Armas solucionaría algunas injusticias pendientes como la limitación del número de escopetas o tener que seguir pasando revista, pero a la vista de estas informaciones, podemos decir aquello de “Virgencita, Virgencita...”.

Pero lo que tendríamos que hacer es no quedarnos callados y no aguantarnos con lo que nos echen. Ya no. Tenemos una nueva oportunidad para unir nuestras fuerzas y exigir a nuestras autoridades sentido común a la hora de regular la tenencia y uso de nuestras “herramientas de trabajo”. Como no queramos o no sepamos hacerlo, seguir teniendo en este país un rifle o una escopeta va a ser complicado y difícil. Y no lo olvidemos, un endurecimiento excesivo en este campo afectará negativamente a todo el sector.

Antonio Mota - Secretario de UNAC

El décimo aniversario de una asociación suele ser un evento importante, pero si esa asociación es de cazadores, sin duda alguna un momento así se puede considerar una verdadera hazaña. Y es que nuestro colectivo no se ha caracterizado nunca por su unión ni por la abundancia de iniciativas para crear entidades que sirvan para defender sus verdaderos intereses y, porque no decirlo, por perseguir los Derechos de la Caza, nuestros derechos como cazadores que somos.
Pocas alternativas han existido para nosotros, salvo las de estar dentro o fuera de una estructura vertical que ha tratado de dirigir la caza en este país desde hace más de 75 años, sin dejar espacio físico a otras entidades, o a que cuando éstas finalmente se creaban, pudieran perdurar en el tiempo. Es por eso, que para todos los socios del Club de Cazadores de Becada, su décimo aniversario debe ser algo más que un simple celebración de los primeros diez años de existencia, y como cazadores que somos, tenemos la obligación moral de felicitaros, animaros y ayudaros para que la labor que estáis desarrollando perdure en el tiempo.
A día de hoy el Club de Cazadores de Becada es un referente para todos nosotros, y un orgullo para nuestro colectivo, puesto que con sus novedosas iniciativas están consiguiendo que la sociedad pueda entender la caza como una herramienta más dentro de las muchas herramientas, que si se saben aplicar, están sirviendo para conservar nuestro Patrimonio Natural Cinegético. Como cazadores de la Unión Nacional de Asociación de Caza, valla nuestra más sincera felicitación para todos vosotros.

La UNAC, es una asociación creada en el año 2005 para aglutinar a las Asociaciones Autonómicas de Sociedades de cazadores que entienden que la caza no es un deporte sino una actividad ancestral con una entidad propia, aunque dentro de la misma se puedan regular competiciones o campeonatos. Los principales objetivos de la UNAC son la búsqueda de canales de comunicación con las Administraciones Estatales para dar solución a los principales problemas que venimos sufriendo en las últimas décadas, originados en unos casos por la creación de las Autonomías y en otros por la desidia de los que dicen representarnos y defender nuestros intereses ante las Administraciones.

La implantación de la Licencia Única de Caza (LUC), la unificación de las bases de datos de los registros de identificación de los perros de las CCAA, la asimilación del sistema europeo para cubrir los daños provocados por las especies cinegéticas en las carreteras y la reivindicación de los Derechos de la Caza ante la Sociedad en la que vivimos, son los principales objetivos que persiguen los cazadores de la UNAC y sobre los que venimos trabajando sin más recursos económicos y personales que los que aportados a través de nuestras asociaciones.


La UNAC también defiende la elaboración de la Ley de Patrimonio Natural Cinegético, como norma básica que sirva para regular nuestras especies cinegéticas, quedando la regulación de su caza en manos de las CCAA. Con esta propuesta se pretende dar solución a la disparidad de normas que han desarrollado las CCAA al haberles sido transferidas las competencias en materia de caza por el Estado. La UNAC entiende que las especies, y entre ellas las cinegéticas, son un Patrimonio de todos, por lo que su conservación si cabe dentro de las competencias del Estado, posibilitando de esta forma que se pueda dar una solución a este grave problema.

Además de las iniciativas que la UNAC ha venido desarrollando, durante nuestra corta existencia nos hemos preocupado de establecer lazos de colaboración con otras entidades asociativas del mundo de la caza para así poder trabajar en líneas de actuación comunes o foros de intercambio de experiencias que sirvan para mejorar el mundo de la caza en España. La política de la UNAC no es la de integrar, fagocitar o intervenir asociaciones, práctica muy propia en nuestro colectivo, sino la de firmar convenios de colaboración entre entidades que se tratan como iguales; y es por eso que durante el presente año 2009 se ha hecho lo propio con el Club de Cazadores de Becada. También, y aprovechando el momento de la firma del convenio, hemos entregado al Presidente del CCB, Felipe Díez una placa en la que nuestra UNION reconoce la labor que el Club de Cazadores de Becada está haciendo en la defensa de nuestro Patrimonio Natural Cinegético. Proyectos como “Scolopax sin fronteras” tienen un valor que debiera ser reconocido incluso por las entidades medioambientales por su aportación al estudio de nuestras especies, y en concreto de la Becada.

¡¡Enhorabuena a todos vosotros por como estáis haciendo las cosas!!

Miguel Pou (Publicado en junio de 1992)

   "Muchos se pregutarán que aplicaciones prácticas podrían tener hoy los pensamientos y opiniones de quien partió hace tiempo. Dos hechos básicos permiten una rápida respuesta. En primer lugar, Félix, uno de nuestros populares más alabados, continúa siendo el gran desconocido de sus compatriotas. Un buen porcentaje de la población española cree que el mensaje -transparente, sencillo, el más diáfano- fue captado profunda y globalmente. Nada más erróneo.

   El mensaje del Amigo de los animales no fue comprendido en general o sólo unos pocos lo hicieron. Y es que surge la pregunta: ¿a quien conocimos la mayoría: al Rodríguez de la Fuente del tópico, o al Félix real? Los que le conocimos sabemos que Félix continúa siendo nuestro mayor desconocido.

Pero sobre todo, Rodríguez de la Fuente, por el hecho de haber practicado en su adolescencia el arte cinegético, de un lado, y por haberse consagrado a la defensa de la Naturaleza, por otro, sería la persona ideal para la reconciliación de dos colectivos que hasta ahora se ha mostrado antagónicos: los cazadores y el movimiento conservacionista de la Naturaleza...

No haría falta extenderse una vez más diciendo que ese enfrentamiento hoy resulta anacrónico, de que si bien hay voluntades de superarlo y acciones al respecto, va siendo hora de que cristalice definitivamente en una reconciliación y una cooperación mutuas...  ¿O alguien duda de que algo que a ambos colectivos interesa, la existencia de la naturaleza, ya no está persisitiendo y agoniza? Ante un enemigo común...

   Permitámonos, por consiguiente, descubrir algunas opiniones de Félix Rodríguez de la Fuente respecto al tema venatorio.

   El profesor siempre entendió al ser humano como un depredador que durante miles de años había cazado la presa que le servía de sustento. Esta práctica constante se había integrado tan profundamente en nuestros genes que ya era indivisible de nuestra esencia: "el ser humano es depredador". Él entendía la caza en sí, por tanto, como una actividad noble que, ejerciada con esfuerzo y honradez, elevaba y enriquecía física y psíquicamente al cazador. Incluso de alguna forma le devolvía a su esencia.

   Sin embargo, dos factores vendrán a hacer hoy necesario -nos dijo- "educar" ese instinto y canalizarlo hacia otras prácticas. Y dichas prácticas no reducían ni anulan el "instinto depredador". De un lado, ocurría que hacia 1970, la actividad cinegética en la Piel de toro había llegado a alcanzar dimensiones desorbitadas por la excesiva presión venatoria de más de un millon de praticantes sobre un territorio limitado, y por campañas totalitarias como las impulsadas por las Juntas de Extinción de Animales Dañinos, Juntas que él mismo combatió y en parte transformó. Tamaña presión, ya esperpéntica, sobre nuestros ecosistemas, ahora catapultada por muchos otros intereses y ya sin control, se han incrementado hasta límites inconcebibles y espeluznantes.

Félix habló siempre de la caza con prácticas abusivas, como el rifle, el lazo, la "caza" por envenenamiento como la estricnina -que se sigue empleado- como nocivos "sistemas de selección natural a la inversa". Decía que el verdadero cazador, si sigue las leyes y disposiciones, en que además no habrá excesiva ventaja sobre el animal, realiza una selección natural y por lo tanto cumple el papel en el equilibrio de la vida para el que está en el planeta. Sobre todo, si no ha superpoblado la Tierra, como hoy lo hemos hecho. Que el cazador no tenga demasiada ventaja sobre los animales le parecía extremadamente importante.

Sin embargo, con los modos de caza actuales, el ciervo por ejemplo mejor dotado, el que ostenta más perfecta y bella cornamenta, aquel animal que en un estado equilbrado de posibilidades de huída o de defensa quizá se hubiera salvado, para continuar enriqueciendo áreas enteras con su descendencia mejor dotada, es el primero hoy en ser abatido, y precisamente - ahí está lo tremendo- cazado por sus atributos que sin el abuso de las armas actuales del cazador le huieran permitido sobrevivr. Hoy en cambio, sobreviven los individuos peor dotados, o tarados, porque son menos apetecidos por los cazadores, que además se enorgullecen de abatir los especímenes más bellos, lo que constituye una "selección natural a la inversa". Además, muchas especies cinegéticas -se quejó- son criadas en serie "como si fueran ganado doméstico". Esto le causaba desprecio.

¿Qué merito hay en esa "caza"? -protestaba Félix-. Rodríguez de la Fuente entendía en profundidad y hasta sentía cariño y admiración por la pasión y por el esfuerzo del "verdadero" cazador: la intensa emoción del acecho -que igualmente siente el naturalista, que no daña al animal-, el ritual de los objetos -también el zoólogo lo goza: sus prismáticos, su guía y el cuaderno de campo, las cámaras fotográficas...-, la preparación de la partida, compartida también por los ornitólogos y por los censores de aves... Se le criticó muchas veces que él no podía opinar sobre la caza pues la desconocía. No es cierto. Es más, para quienes quieran saber algo no divulgado, diremos que él cazó desde los 14 hasta los 21 años, cosa que confesó siempre abiertamente. Y dijo que, siendo "amigo de los animales", algunos amigos suyos eran cazadores, si bien los quería convertir a proteccionistas de las especies. ¡Y con algunos lo logró!

   Había algo que a Félix hacía que le brillasen los ojos. Lo primero, de furia contenida, y lo segudo de alegría. De rabia -y de frustración por no poder hacer lo suficiente-, el ansia no del cazador, sino del "escopetero"; la codicia a veces del furtivo dañino, del hombre sin escrúpulos que, como queriendo desahogarse -evidentemente sin resultados para él- en los inocentes animales del campo, y, amigo de su rabia interior, mata casi todo aquello que se mueve y aparece por delante de su mirilla. A ése, con desprecio, le llamó "pistolero" y matador -para no denominarle cazador-, y exclamó: "amigo cazador: caza, no mates; porque no es lo mismo cazar que matar", ya que, a veces, la división entre el cazador y el escopetero puede no estar muy clara.

   El Doctor no era amigo de matar (...). Dar muerte para sobrevivir y para alimentarse era y es un hecho diario en el mundo natural (...) porque no fue un sentimental.(...) y apoyó el control de las poblaciones, (..) pues la caza contribuye al equilibrio natural de los ecosistemas...".

Carlos Irujo (publicado el 03/03/2004)

La contrapasa es una modalidad tradicional de caza que se ha practicado desde tiempos ancestrales en los collados del norte de España aprovechando la migración prenupcial de las aves en su viaje de regreso a sus lugares de cría en el centro y el norte de Europa.

            En tiempos pasados no muy lejanos, se cazaban sin limitación alguna además de palomas torcaces y zuritas, ansarones, todas las variedades de patos, becadas, avefrías etc, pudiendo recordar los que llevamos unos cuantos años cazando las inolvidables jornadas arrastrándonos por el barro bajo unas temperaturas heladoras en pos de los ansarones y patos que tras encontrar el pirineo cerrado por los temporales se dedicaban a dar vueltas por los alrededores de la cuenca de Pamplona, posándose en las lagunas de Loza, Pitillas o en la de la Ulzama, o disfrutar de la maravilla que suponía la observación del espectáculo que supone la migración de todo tipo de aves en los puestos ubicados en los obligados pasos de las montañas del pirineo occidental que utilizan las aves en sus viajes migratorios.

            Sin embargo, esta tradicional modalidad ha estado interrumpida una decena de años, en los que por razones de índole ajenas a la de la conservación de las especies, y por lo tanto estrictamente políticas, todo ello auspiciado por un ecologismo de salón con el beneplácito del extinto ICONA, se prohibió en España en base a lo dispuesto en la Directiva 79/409 relativa a la conservación de las especies silvestres, al trasponer a la normativa Española en la Ley de Conservación de Espacios Naturales  y de la Flora y Fauna Silvestres una regulación prohibitiva de la misma que no quiso tener en cuenta la puerta que utilizó Francia, que gracias a la implicación de sus políticos con el mundo de la caza, se consiguió que se siguiera practicando en base a la excepcionalidad que se permitía el seguir realizándola en aquellos lugares tradicionales mediante una explotación prudente de determinadas aves en pequeñas cantidades.

En cambio en nuestro país, hemos tenido que esperar a que los nuevos vientos a favor de la caza que imperan en el actual Gobierno para que casi a finales de siglo se vuelva a permitir, eso si de una forma muy descafeinada a como se practicaba anteriormente, al permitir únicamente el cazar un limitado número de palomas torcaces y prohibiendo el resto de las especies que antes se cazaban.

            De los 1.800 puestos que antiguamente existían en Navarra, únicamente se permite cazar en la actualidad en medio millar, pudiéndose utilizar cada uno de ellos desde mediados del mes de febrero a la tercera semana del mes de marzo por un máximo de dos cazadores, estableciéndose un cupo de 4 palomas por cazador y día, y no pudiendo superar el número de capturas anuales los 3.000 ejemplares, lo que exige que semanalmente los responsables de cada coto tengan que informar a los responsables del Departamento de Medio Ambiente de las capturas que se obtengan a fin de cortar en cuanto se llegue a esa cifra, a la que por cierto en los años que llevamos tras la abolición de su prohibición nunca se  han superado. En el año 1999 se capturaron 752 ejemplares, en el 2.000 1.086, en el 2.001 1.560, disminuyendo las capturas el 2.002 y el actual debido a que las inclemencias metereológicas han impedido que se pudiera cazar la mayor parte del periodo.
            Un aspecto a destacar, y que lo diferencia de la pasa del otoño, es el carácter eminentemente social de la contrapasa, ya que a diferencia de la anterior en la que los puestos pueden ser adjudicados mediante subastas de los ayuntamientos  a todo tipo de cazadores que lo deseen y oferten el dinero suficiente para optar a ellos, o aprovechados directamente por los cazadores de los cotos donde estén ubicados, en la contrapasa únicamente los pueden utilizar los cazadores pertenecientes a las asociaciones locales de cazadores adjudicatarias del aprovechamiento cinegético de los cotos públicos y para titulares de los cotos privados que tuvieran concedido su aprovechamiento cinegético con anterioridad a 1999, por aquello de impedir la especulación.

            Al entender de la mayor parte de los cazadores el sistema de cupos está mal diseñado, ya que la contrapasa es una caza de fortuna y el hechos de tener no poder abatir mas de 4 palomas por cazador y día no quiere decir que un cazador que pudiera ir todos los días pudiera capturar este número los días que cace, ya que el hecho de las fechas en que se practica, y las especiales condiciones de climatología que se deben dar para que tengamos éxito, fechas después de los temporales que paralicen la migración en el prepirineo y tiempo despejado que permita a las aves viajar, viento norte, etc. Todo ello hace que el trascurrir del mes en el que se habilita la caza pueda haber de media 20 días en los que no pare de llover o de nevar, o que todo esté lleno de niebla que impide la caza,   y para unos días en los que por fin el sufrido cazador que ha tenido que aguantar estas penalidades ve por fin los inmensos bandos de palomas pasar por sus cabezas, se tiene que limitar a abatir sus cuatro palomas reglamentarias y regresar a su casa. ¿No sería más adecuado y totalmente respetuoso con la legislación que se estableciera un cupo de por lo menos una docena de palomas por cazador y día a fin de que estos días especiales los cazadores pudieran disfrutar? Problema no habría ninguno, porque además de que cuando se llegaría a las 3.000 palomas reglamentarias se paralizaría la caza, en Europa se estima que hay entre 30 y 40 millones de palomas, pudiendo cruzar el pirineo en estas fechas 6 ó 8 millones de ejemplares, es decir que lo máximo que se puede cazar supone la irrisoria cifra de un 0,04 % de sus efectivos.

Como he comentado antes, esta no es una modalidad de caza amable, ya que a semejanza con la que practican los cazadores de anátidas en esta época del año , se lleva a efecto bajo las mas duras condiciones metereológicas, en muchas ocasiones a soportando varios grados bajo cero que imponen los meses de febrero y marzo del norte, acudiendo a ella solo los verdaderos aficionados que estén dispuestos a soportar el frío, la lluvia y la nieve que suele haber en esta época del año en los collados querenciosos donde están instalados los puestos, más si cabe porque los días más idóneos son aquellos en los que despeja después de los temporales con un fuerte viento norte que silbando a nuestras espaldas obligue a los bandos de palomas a faldear las laderas de las montañas obligándolas a pasar a tiro de los puestos, ya que si existe viento sur y bonanza de las temperaturas, lo único que haremos será disfrutar del paso de los bandos a distancias inverosímiles al alcance de nuestras escopetas.

En los tiempos que corren en los que tristemente cada vez impera mas la caza enlatada y comercial que en algunos casos más que caza son un simulacro de ella, es fundamental que los cazadores sigamos luchando por las diferentes modalidades de caza tradicionales que todavía perviven en nuestro país y que son el estandarte de la mas pura esencia de la venatoria.

Miguel Pou (Publicado en junio de 1994)

Félix Rodríguez de la Fuente, cazador de los 14 a los 21 años, y más tarde "cazador" fotográfico, tuvo al naturalismo por vocación de vocaciones. La curiosidad por la naturaleza que tan enérgica y fructíferamente fomentó, debe mucho a la caza, pues en ella se gestó la humana atracción primitiva por los campos y por el animal, al que por milenios los humanos continuaron acechando con telúrica admiración.

Es comprensible y justo, por tanto, que el contemplador de la vida animal abra los ojos a la realidad de la caza, pero considerada la dramática disminución de las especies y sus poblaciones, lo es más que cazadores y proteccionistas hallen un consenso frente a la peligrosa disminución de las especies ibéricas.

Inversamente, algunos que empezaron a dialogar con la naturaleza rifle en mano, se amistaron con los animales tras haber caminado con reverente silencio por las venturosas trochas del cazador. Este cambio de actitud es laudable, por el ominoso problema de la creciente erradicación de la vida en el Planeta y en España. Para resumir, por eso Rodríguez de la Fuente creía que es posible alternar la caza y la protección de las especies. Pero proteccionista de la fauna no lo es sólo quien comparte la escopeta y cuadernos de campo, sino el que la defiende. La zoología solo abarca el ámbito del estudio, de la constatación. Quien ayuda a que no retrocedan las poblaciones faunísticas, aquel que protege sus hábitats naturales y el equilibrio ecológico, ese es quien se lleva el Laurel, y ayuda tanto a cazadores como a proteccionistas.


Rodriguez de la Fuente, entendiendo que son hermanables el arte venatorio con el proteccionismo, pensó que, en todo caso, el hombre cazador regularía las poblaciones de las especies si mataba siguiendo las leyes que ha impuesto la naturaleza a "la estirpe de los predadores". Rifle en brazo, el "triunfante cazador" tiene sobradas razones para sentirse dueño de la creación cuando supera obstáculos, se perfecciona, y respeta las leyes de la naturaleza. Sin embargo "dominar" a las bestias, a los peces y a los pájaros no implica adueñarse de su belleza atesorada -sintiendo casi inevitablemente el flujo de una extraña nostalgia-. Engloba conocer y consecuentemente amar los seres vivientes que comparten el increíble y siempre renovado escenario de la Naturaleza. Esto puede conducir a la toma de una actitud proteccionista ante ellos, a conservarlos.

El panorama zoológico soporta hoy una tragedia añadida. Antes sobrevivían los habitantes silvestres más aptos, que mejor se defendían o huían de los predadores. Desde la era industrial, cualquier ejemplar por igual puede sucumbir: el arma moderna se lleva las ventajas, no distingue. El supremo cazador sencillamente ya no puede fingir ignorar que "desde el alba de nuestra creación" el arma trepó airosamente hacia la cumbre de perfeccionamiento constante, dejando muy atrás a capacidad de huida del animal, que rezagó su tiempo de adaptarse evolutivamente a ella.

No deja de ser triste y vergonzoso que éste y otros motivos hayan puesto en jaque gran parte de la fauna ibérica, especialmente a "joyas naturales de la evolución" como el lince, el águila imperial, la nutria o nuestros últimos osos, por citar pocos ejemplos. Y nadie puede ocultar ya el papel, más o menos importante que en esta tragedia juega la caza y sus variadas prácticas venatorias, legales o legalizadas. La vida en el Planeta mal sobreexiste acosada mientras la mayoría de los cazadores deportivos continúan conformándose con la misión de erradicar vida, amen o no a la presa que abaten. El mensaje -tan abierto y en realidad tan escasamente descifrado- de Rodríguez de la Fuente nos importa hoy al poner sobre el tapete la cuestión de si son compatibles la caza y la consevación de la naturaleza.

 

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