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La voz de los cazadores es la savia de la caza social en España, por eso es importante que entre todos expresemos nuestras inquietudes sobre todo lo que nos afecta, de una forma respetuosa y sencilla.

La caza social debe recuperar el protagonismo que le quitaron durante las últimas décadas y que mejor forma de hacerlo que a través de la voz de los cazadores.

Este espacio es un punto de encuentro de todos los cazadores sociales de España, por eso la UNAC te invita a participar en él con tus aportaciones.

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Empiezo por señalar que no voy a desarrollar ningún tratado acerca de cómo caza el cuerpo de la nobleza, ni esto es un intento de animar a que la caza moderna vuelva a manos exclusivas de los miembros de tales castas de alta alcurnia, como cabría deducir de una lectura somera del título de esta reflexión. Nada más lejos de mi idea. Mas bien lo que pretendo es buscar el adjetivo mas adecuado por honorable, a aquello que significa cazar cumpliendo con la caza, noblemente, en el sentido que da la Academia en su acepción de apreciable, estimable, contrario a lo deshonrado y mezquino, que tanto prolifera en torno a esta, nuestra querida afición cinegética, en nuestros días. Para ello me dirijo a cualquier clase de cazador que se precie, pero especialmente a quienes cazamos a pie, a nivel del suelo, no en las alturas, lugar donde ya se sabe que uno es noble porque lo dice un papel y basta. El resto de los mortales nos tenemos que ganar ese adjetivo a base de buenos actos. Nos hace mucha falta que la caza popular sea noble, contrariamente a lo que se ha convertido y debemos recuperar esa consideración social que en su momento tuvo.


Cuando se cazaba para comer no cabía buscar justificación alguna ni distinción entre tipos de proteínas o método para obtenerlas, según fuera el abatido un animal u otro; macho, hembra o cría; dormido o despierta; en primavera o duro invierno. Para el hombre cazador se trataba de seguir viviendo. Querer criticar o justificar aquella caza primitiva es un desatino y una pérdida de visión o enfoque porque respondía a lo esencial del ser humano predador, pero, en este breve viaje temporal que planteo, analizar su causalidad me sirve de punto de partida para iniciar esta reflexión. Sencillamente, entonces se cazaba y punto, que no era poco, sin proceder debate alguno que llevarse a la sesera.

Mucho mas tarde, cuando cazar se convirtió en distracción para los ricos y reyes, estos, precisamente para elevar su derecho a la práctica venatoria sobre la andrajosa plebe, algo furtivilla por cierto, se inventaron el concepto de deportividad -entendido como juego limpio con la pieza-, que les sirvió para legitimar éticamente sus cacerías y perpetuar la exclusividad, dándose cuenta de que, lo que se inicio como coartada o excusa, en realidad, proporcionaba el placer adicional de lo bien hecho. Esa idea culmina favorablemente en los tiempos de los grandes escritores cinegéticos que todos conocemos y que narraban sus cacerías y salidas cinegéticas como algo positivo, satisfactorio, motivo de orgullo y hasta épico, admirado por el resto de los ciudadanos no cazadores. Lamentablemente, cuando ya todos pudimos cazar y el ocio se extendió a las demás capas sociales, este concepto de juego limpio se difumina y da paso al de competitividad, que se popularizó posteriormente, como suele ocurrir cuando algo se masifica, porque siempre hay quién ha de ser superior a todos en algo, tan propio del ser humano, en nuestro caso el que mas y mejor caza para, en aras de la competición, terminar siendo el que mas mata de todos. Esto de la deportividad en la caza perdura hasta nuestros días como justificación y cierto intento de mimetizar algunas de nuestras vergüenzas, frente a la sociedad no cazadora. Sin embargo, como la mentira tiene poco recorrido, eso de caza-deporte ha terminando siendo un anacronismo a todas luces, muy lejos del juego limpio que buscaban nuestros padres cazadores antiguos, cuando de aplicarlo a la actual caza comercial se trata, barrido y superado, todo ello de un plumazo, en su valoración moral, por el ecologismo urbanita emergente, que ejerce el desprecio mas radical contra esa caza, deportiva –y por extensión contra cualquier otra- aunque halla entre nosotros quien se empeñe en seguir con ese discurso deportista, promotor del ejercicio corporal competitivo sobre animales cazables, que nadie cree ni sirve como justificación de la caza, sencillamente porque es falso.

Superado por la actual sociedad mercantilista -donde solo sobrevive lo que tiene un valor económico- ese deporte cinegético es lo primero que se somete al juicio y a las reglas implacables del mercado, sirviendo ahora solo para llenar bolsillos, campeonato a campeonato, temporada a temporada…. “y dejémonos de gaitas éticas”, que diría un fabricante de gallinos de granja, listos para ser ajusticiados en el ojeo del domingo, o en la popular suelta a “mata cuelga”, tras meterse muchos euros en la buchaca, a cambio de semejante jolgorio de cartón piedra, eso si, muy “deportivo”. Este batiburrillo conceptual y de justificaciones, en un somero recorrido causal y temporal como el que acabo de hacer, es a lo que la caza ha llegado, pero a muchos cazadores no nos gusta nada, es mas nos avergüenza y repugna por carecer de dignidad y motivación esencial.

Se abre paso, como una auténtica necesidad para el cazador moderno, dar a nuestra afición, la caza, un valor humano indiscutible, -blindado por conseguir ser apreciable socialmente- lejos de tanta farfolla deportiva y comercial, carente de causa justa. Muchos, herederos de la antigua idea del juego limpio y apenas unos cuantos románticos mas, cazamos con reglas venatorias (modalidades y tradiciones) que imponen el respeto a la pieza de caza y, además, nos hacernos responsables de la gestión de supervivencia de estas especies de caza, mediante nuestra implicación personal en su propia existencia. Nuestra idea es que, ahora, seguimos cazando por el placer o por la distracción que nos proporciona la búsqueda de nuestro papel esencial de predador dentro de la Naturaleza, del cual cada vez nos vemos mas empujados a alejarnos, en esta sociedad industrial de masificación irreversible, si, pero tenemos clara nuestra nueva frontera, a la que debemos tender, como un intento de retorno o de rescate de lo que somos cuando cazamos, pero con reglas y responsabilidades. En definitiva queremos seguir cazando, desde luego, pero noblemente, habiendo cumplido antes con la caza.

Ese derecho esencial a poder cazar, que nos pertenece como especie, sin distinción de épocas ni de clases, permite a los cazadores evitar tener que justificarnos ante nadie, pero, si queremos cazar con compromiso y responsabilidad, no debemos ni podemos librarnos de buscar y encontrar esa causa o motivo de cazar, única y exclusivamente, ante nosotros mismos, sin mirar a nadie mas. Sigue siendo necesario. Esta inquietud, afortunadamente, la despejamos en el hecho y en la forma de abatir las piezas de caza, cazando limpiamente, además de pasar por la firma tácita de un contrato vital no escrito de respeto hacia la especie cinegética y con sus ciclos. Todo ello, como afirmo, permite llegar a ennoblecer la práctica de la caza por su forma de entenderla y de llevarla a cabo.

Hoy en día la artificialidad ha invadido la caza por todas partes y la ha transformado en meras acciones previsibles de dar muerte a animales en movimiento. Viendo que esa caza artificial, basada en el mercantilismo, no se despega, es mas se oculta, adherida y detrás del verdadero concepto de cazar, confundiéndose hasta en la denominación, a los cazadores no nos queda otro remedio que la reivindicación de nuestro compromiso con ella, que es, precisamente, lo que no existe en la simple muerte ocasional de un animal que vale mucha pasta. Así que, si queremos mantener esto que llamamos caza como algo digno, debemos hacerlo noblemente.

Cumplir con la caza significa hallar esta tranquilidad espiritual que buscamos ante el animal abatido, tras el lance, pero solo y cuando le hemos cazado previamente. Ese debe ser nuestro compromiso contractual individual y colectivo, huyendo de matar por matar, por deporte o por negocio, como se viene haciendo últimamente. Desarrollar, en consecuencia, el principio que ya definió Ortega y Gasset acerca de cazar como "Matar por haber cazado", que decía el recordado e ilustre pensador.


La caza noble, con el resultado de la muerte de ese animal llamado pieza de caza, precisamente por serlo, viene precedida y avalada dos hechos: por un lado, el deber del ritual de haber cazado y, por otro, el previo compromiso de responsabilidad del cazador sobre su supervivencia como especie cinegética, debidamente aceptado y asumido como propio.
Haber cazado es un proceso y protocolo sucesivo de acciones que puede, o no, casar con el ejercicio físico; que puede, o no, ser valorado económicamente, pero siempre esta acotado, definido, es complejo y esta inexcusablemente escrito en la historia de la caza, en sus distintas modalidades, a base de acumulación de aprendizajes, experiencias y saberes transmitidos. No puede ser alterado, ese proceso, porque responde a las exigencias de comportamiento de cada pieza en concreto -de todas y de cada una- que son consecuencia de su propia evolución natural. Por lo tanto, las modalidades y formas de cazar, digna y noblemente, solo se deben modificar respondiendo en paralelo a los propios cambios evolutivos de la especie y de su entorno, no a razones de conveniencia puntual, técnicas o de beneficio económico. Ese es el compromiso vital y el orden de prioridades que permite matar por haber cazado de una forma predefinida y avalada por la historia de la caza.

Si buscamos convertir el cazar en algo sencillo, rápido, simple, fácil y cómodo es decir, únicamente, en matar, tal pretensión se aleja de la propia justificación que busca el verdadero cazador en si mismo. No encuentra placer ni justificación en esa muerte aquel cazador que teniendo protagonismo en la consumada superación de la pieza, una vez abatida, no la ha cazado con dificultad, con reglas, con compromiso, cumpliendo, en suma, con ella.

Matar cómodamente, sin destreza, sin práctica ritual y tradicional venatoria, con desproporción de medios técnicos sobre el animal, limitando sus querencias, sus espacios, sus recursos, sus defensas. Todo ello no es caza, es matar sin finalidad esencial y por el placer de hacerlo para aquellos que se conforman con esa simple pretensión irresponsable. En esa pseudocaza no existe respeto ni contrato vital alguno con la pieza y nada tiene que ver con lo nuestro.

Resumiendo, matar por placer, sin más cláusulas, supone ser cómplice de poner en valor, exclusivamente, la muerte del animal, al servicio de quien pague o cobre por hacerlo. La caza no es esto, ni a eso debemos llamarle caza. Cercones, gallinos, masificación y repetición de cacerías, descastes por mala gestión, artificialidad en busca de la matanza perfecta, fácil y sin límites, pero siempre tasada, solo merecen el desprecio y el rechazo del cazador y la exigencia imperdonable, ahora si, de justificación social para los partícipes de todo ello, aunque se quieran llamar cazadores, sin serlo. Yo también estoy en contra de esa "muerte". Por el contrario cazar exige el respeto a la pieza, a reglas y métodos, para ofrecerle una opción a salvar su vida en el lance; a su derecho a pervivir y mantenerse en el campo; obliga a asegurar a la especie su futuro como pieza de caza, velando, ayudando y garantizando sus procesos vitales y los lugares de caza; manteniendo la máxima autenticidad y naturalidad, entendida como conservación. Nadie va a ocuparse de dignificar la caza, salvo el auténtico cazador. Estamos llamados a ser los únicos y últimos responsables de ese contrato vital leal e inexcusable, si queremos seguir cazando, pero ahora, de nuevo, noblemente.

Si los cazadores nos proponemos día a día, paso a paso, esta nueva frontera de nobleza en nuestra práctica venatoria, dará igual que se afirme que la caza es un negocio, un deporte o una hazaña personal, dejemos ese debate. La caza, entonces, será noble, el cazador también y eso nos prestigiará en su práctica, ante nosotros mismos, que no es poco, en tiempos de crisis total, especialmente de valores humanistas muchos de ellos, por cierto, propios de cazadores desde siempre.
(Dedicado a Juan Miguel Sanchez Roig por defender tenazmente los valores de la caza noble y del cazador comprometido)

José Antonio Martinez del Hierro
Jueves, 29 de Abril de 2010



Carlos Irujo


Tras un largo viaje llego por fin al pequeño pueblo del Pirineo catalán donde iba a intentar cazar un isard. El tiempo era estable y anticiclónico, el lugar y la época, en el Alto Pallars y a primeros de noviembre, los más propicios para intentar conseguir ese ejemplar con el que soñamos encontrarnos algún día los cazadores de alta montaña que llevamos muchos años detrás de estos precioso animales. A pesar de las muchas veces que he cazado rebecos en el Pirineo no se me va de la cabeza la fallida ocasión que tuve hace diez años antes en estos mismos parajes, sin duda un viejo macho de altísima puntuación, que se nos apareció mientras comíamos corriendo entre un bosque de pinos pedriza abajo perseguido por un animal más joven y fuerte que lo achuchaba sin cesar. La fortuna, o mejor dicho su ausencia, hizo que en ese momento estábamos el guarda y yo almorzando en medio de un claro de un inmenso y pendiente pinar y el rifle a dos metros de mi mano en la tasca, justo me dio tiempo a cogerlo y cuando casi lo tenía encarado en la mira, para mi desesperación dio un salto y se esfumó perdiéndose para siempre barranco abajo. La imagen de su canosa cabeza y fino cuello mirándome de frente un instante a unos escasos 30 metros coronada por gruesas cuernas que le sobresalían mas de un palmo de sus orejas y que en lo alto se separaban espectacularmente no se me olvidará mientras viva.

Tras alojarme en el hostal, y esperar a que llegara de Madrid mi buen amigo y compañero de fatigas José Mari, el cual nos iba a acompañar en esta cacería, fuimos a casa del Guarda Jesús, tan buen montañero y cazador como persona, y tras los comentarios de rigor quedamos al día siguiente antes de amanecer para subir a la montaña.

Primer día de cacería:
El primer día, Jesús nos propuso una interesante y largo recorrido por un precioso valle que discurría hasta un circo glacial que lindaba en su zona superior con el parque nacional de Aigues Tortes en cuya margen izquierda se descolgaban bosques de pinos donde se solían apostar algunos de los buenos ejemplares que buscábamos, cogiendo una pista que nos permitió subir un kilómetro, dejando el todo terreno entre dos luces.

Nada mas salir del coche a los 10 minutos vimos dos corzas con sus crías, y uno poco mas adelante un precioso macho que portaba un respetable trofeo para proceder de una zona de alta montaña, corroborándonos Jesús que era uno de los más grandes que tenía visto en la reserva, y tras enfilar el primer repechón serio de la jornada vimos una vieja “craba” Solitaria, y un par de machos que se perseguían, uno de los cuales era bastante alto y que podría ser un plata medio, pero no era lo que buscábamos.

Mas adelante y ya bastante altos, vimos a la derecha a gran distancia y en mitad de una gran pedriza una gran manada de por lo menos 50 ejemplares, los cuales nos pusimos a escudriñar uno a uno hasta encontrar un ejemplar a la izquierda que estaba un poco más separado de los demás que por su coloración y porte parecía de avanzada edad, pero tras montar el scope pudimos comprobar que era una vieja machorra a la que sin embargo no le destacaba el trofeo por lo que proseguimos terreno adelante. En otra ocasión, en esta mismo valle, a pesar de tener un permiso de trofeo, preferí abatir una hembra que resultó ser una de las mejores del pirineo.

Al final del valle llegamos al sopié del circo que lo circundaba en un paisaje de ensueño donde se entremezclaban los altos picachos y los ibones tan característicos de preciosa zona del Pirineo, y tras mirar todo aquello detenidamente Jesús nos señaló a unos 300 metros un poderoso y oscuro macho de ancho pecho que teníamos enfrente y que al parecer tenía catalogado como el más grande de la zona, y tras mirarlo y remirarlo con los prismáticos, llegue a la conclusión que era un animal bastante bueno aunque por su colorido y fuertes hechuras todavía estaba en plenitud de facultades, como mucho 7 u 8 años, y si bien parecía de gruesa cuerna por la “leña” que tenía entre las orejas, no era ni demasiado alto ni abierto, lo que me hizo suponer que a pesar de ser un excelente animal y que seguramente sería un oro, no pasaría de 97 o 98 puntos, por lo que también para desesperación de mis acompañantes lo deseché. Era el primer día y a pesar de que era perfectamente posible que no viéramos en el transcurso de la cacería un ejemplar mayor que este, el hecho es que estaba decidido a agotar todas las posibilidades para intentar llevarme a casa lo que buscaba, un Isard de categoría especial y a ser posible en sus ultimos años de vida.

Seguimos subiendo y casi al llegar al cresterío de la divisoria con el valle que teníamos a nuestra derecha, divisamos casi en la cumbre un grupo de una docena de hembras acompañadas de un macho espectacularmente abierto, pero cuanto más lo miraba menos me convencía ya que sus cuernas no me parecían demasiado gruesas y parecían más anchas que altas, lo que denotaba su juventud, y si bien ya daba una importante puntuación, el paso de los años si le respetaban los cazadores la haría portar uno de los grandes trofeos que suelen dar esta zona del Pirineo, por lo que le dejamos que siguiera con su ciclo vital y seguimos nuestro camino.

Tras descansar un rato gemeleando sin encontrar nada que nos satisficiera, momento que aprovechamos para comer, dado que estábamos a gran distancia de donde comenzamos y a una considerable altura, nos encaminamos a ir volviendo a nuestra zona de partida por unos pendientes ubagos muy querenciosos para los grandes machos del valle contiguo, pero al encontrarnos con unos montañeros con un perro que habían subido por donde pretendíamos volver nos hizo cambiar de opinión, siguiendo nuestro camino por el cresterío que delimitaba ambos valles desde donde divisamos una zona muy amplia con grandes praderas de hierba en las que vimos varias manadas con muchos animales jóvenes y hembras sin nada que destacar. A partir de entonces, dado que el sol estaba cerca de ocultarse tras las montañas y que todavía teníamos mucha distancia que desandar, apoyados en nuestras varas de avellano, iniciamos una larga bajada a la mayor velocidad que nos permitían nuestras piernas, llegando al coche totalmente de noche tras una dura jornada de 18 horas caminando por unos parajes preciosos, tras lo que nos fuimos al hotel donde los tres andarines dimos buena cuenta de buena cena regada con un excelente vino y mejor carne y a dormir que nos lo habíamos merecido.
Al día siguiente Jesús nos propuso subir a otra zona muy alta y solitaria fronteriza con el Parque Nacional Francés donde no se había cazado desde hacía varios años, algo a lo que accedimos encantados, ya que en este tipo de sitios hay más posibilidades encontrar en esa zona un ejemplar como el que buscábamos.



Segundo día de cacería:
Tras quedase la noche estrellada y bajar espectacularmente la temperatura, volvimos a quedar muy temprano, ya que el lugar donde pretendía ir Jesús solo se podía acceder a través de una empinada y larga pista en la que muchas de sus revueltas estaban heladas, con el consiguiente riesgo de irnos barranco abajo, pero con cuidado y el buen hacer de nuestro conductor conseguimos plantarnos al amanecer a una considerable altura desde comenzaríamos a cazar como dicen los montañeses “de llano”.

Una vez que empezó a clarear, tuvimos ante nuestra vista un amplio circo cuyas crestas formaban la divisoria entre los dos países, y a nuestra derecha a unos 600 metros un querencioso barranco que colindaba con unos espesos bosques donde se suelen recoger excelentes solitarios, y tras mirar con los prismáticos pudimos divisar varias manadas de isard y abundantes animales desperdigados con los primeros síntomas del celo que esos días comenzaba, con las dificultades que ello conlleva para una correcto acercamiento al que nos pudiera interesar.

A pesar de la excesiva distancia, gracias al Scope y a los prismáticos pudimos comprobar en una de las manadas más grandes la dominaba un fuerte macho casi negro y gruesas cuernas así como una vieja hembra que con las primeras luces del amanecer parecía plateada de lo encanada que estaba, pero José Mari, no hacía mas que mirar y remirar un ejemplar de color avellana que careaba solitariamente a unos 400 metros mas abajo que los que estábamos, repitiendo varias veces que le gustaba el color y el lugar que se encontraba ese animal. La excesiva distancia y el principio del día no nos dejaba entrever ver el tamaño de sus cuernas, pero tras observarlo concienzudamente llegué a la conclusión de que sus hechuras denotaban que era un viejo ejemplar y que si bien sus cuernas no eran extremadamente abiertas, parecían bastante gruesas, destacando sin duda alguna su gran altura en comparación con sus orejas. Tras acercarnos un poco mas pudimos comprobar que era extraordinario, decidiendo que era el animal que buscábamos, sin duda un oro muy alto que con cuentagotas hay por estas montañas.

Ahora había que decidir como le hacíamos la entrada, ya que si avanzamos de frente, el resto de los que estaban desperdigados por la zona nos avistarían enseguida avisándole de nuestras intenciones, dando al traste a nuestras ilusiones, y dado que el sol en breve iba a empezar a cubrir la ladera, decidimos subir en vertical unos 200 metros para intentar desde arriba eludir a la gran manada que estaba encima de nuestro macho, y conseguir ponernos a tiro del viejo solitario.

Con mucha paciencia y cuidado, por fin conseguimos llegar a una cresta desde donde se divisaba a unos 200 metros la tasca donde habíamos avistado a primera hora al Isard, el cual un rato antes había abandonado apresuradamente el lugar al haberle encorrido hacia abajo uno de los machos dominantes de la manada de arriba, trasponiendo un pequeño collado y perdiéndose momentáneamente de nuestra vista en una zona boscosa que había detrás, pero dado que estábamos seguros que no nos habían visto supusimos que tarde o temprano volvería al lugar ya que había una excelente hierba y tenía encima el imán de la manada que en sus tiempos jóvenes seguro que habría capitaneado.

Por ello, con tranquilidad, nos pusimos cómodos colocando el macuto en el lugar apropiado disponiéndonos a esperar, hasta que al cabo de aproximadamente una hora, el viejo animal volvió a trasponer en el collado que teníamos enfrente y en vez de quedarse quieto allí donde ofrecía un excelente blanco, empezó a caminar sin parar hacia nosotros bajando a la hondonada que le separaba entre nosotros, y tras desaparecer de nuestra vista nos apareció por debajo como a unos 80 metros donde se nos quedó parado un momento mirando hacia nosotros, momento que aproveché para dispararle, y ante mi asombro salió disparado como alma que lleva el diablo pendiente abajo a todo galope buscando la querencia del bosque de donde había salido, tras meter otra bala en la recamara y cuando corría por la ladera de enfrente le disparé un segundo tiro que le hizo correr mas si cabe, y antes de que se perdiera definitivamente de vista, justo antes de traspusiera un estrecho collado afinando al máximo realicé un tercer disparo al más puro estilo montero, desgajándose en ese instante una rama de un pino que estaba justo encima del bicho, comentándome mis amigos “les has dado justo encima”, y para mi desesperación desapareció de nuestra vista.

Es de interés destacar que la semana anterior había comprado e instalado en el rifle un bípode, el cual para asegurar al máximo el primer disparo, el animal del que escribe lo había apoyado directamente en la roca caliza, acción que evidentemente y para mi desgracia pudo haber provocado vibración que me hizo errar el primer tiro, porque a la distancia y el blanco que ofrecía el ejemplar no lo falla nadie. Como se podrán imaginar los lectores, se me cayó el mundo encima, ya que el animal era de bandera, y la ocasión es de las que no se repiten. No obstante, recorrimos palmo a palmo todo el camino que había recorrido el animal hasta perderse de vista, y a pesar de que no vimos en el árbol la bala incrustada, no encontramos rastro alguno de sangre ni del macho.

Dado la calidad del animal y que no podía haber ido muy lejos, decidimos seguir tras él durante todo el día y a pesar de que recorrimos durante todo el día los barrancos contiguos, la búsqueda resultó infructuosa, y dado que ya era tarde al volver decidimos hacer un ultimo intento y pasar por enésima vez por el collado, y tras haber pasado Jesús y yo, José Mari que iba unos metros detrás, se quedó un momento quieto mirando hacia abajo la pendiente del otro lado y nos dijo, “esperar un momento que parece que allí hay algo”, y tras bajar unos metros, encontró oculto entre unas altas y quemadas hierbas el cuerpo del viejo Isard, el cual tenía el orificio de entrada en mitad de sus jamones traseros, el típico supositorio. Por lo visto, el tercer y ultimo disparo que le hice a todo galope a unos 200 metros le había atravesado de pleno atrás a adelante, destrozándole la caja de música, y dado que como el tiro se lo pegué casi justo cuando trasponía el vértice del collado, la velocidad que llevaba le hizo caer muerto por el otro lado deslizándose unos 30 metros por una pendientísima pendiente de hierba de la otra ladera parándose en unas altas hierbas que eran exactamente del mismo color que su piel y que nos habían impedido verlo cuando registramos ese lugar, ya que no había el menor rastro de sangre. Que paradoja el tiro más fácil lo falle y el mas difícil lo acerté de pleno. Nada mas tenerlo en nuestras manos pudimos comprobar que era tan bueno como suponíamos, ya que tenia 15 años, portaba una preciosa cuerna ambarina con unos marcados crecimientos, y su grosor, altura y longitud eran excelentes, dando una puntuación de casi unos extraordinarios 105 puntos, lo que le llevó a ser el segundo mejor ejemplar cazado en el Pirineo de ese año.

Desde estas líneas quiero dar las gracias a Jesús por haber puesto todo de su parte para conseguir este extraordinario ejemplar, y a José Mari, primero por saber elegirlo desde tan larga distancia y sobre todo por haber dado con él cuando ya lo dábamos por perdido, dándome la oportunidad de cumplir mi sueño y permitirme que ocupe su trofeo en mi salón el lugar de honor que le corresponde. Hubiera sido una lastima que tan extraordinario trofeo se hubiera quedado abandonado en estas preciosas montañas.

Serafín Cortes Collado
Presidente Sociedad Cazadores “Las Cabrillas”
Vicepresidente de ACONCAEX y Vocal de UNAC

En estos últimos años es normal escuchar a cazadores quejarse de la disminución de la liebre. Sin embargo, esta aseveración parece no tener ningún fundamento científico. Además, estos cazadores quejumbrosos no aportan razones ni pruebas convincentes que justifiquen esas caídas de poblacionales.
Son varias las causas de esta posible caída de nuestra rabona tales como:

El furtivismo: Cada día nuestros campos tienen la visita de esta lacra sin que nadie haga el menor caso ni ponga remedio, estos delincuentes contra el patrimonio natural, sin miramientos ni respeto hacia la especie la persiguen cazándola en todo tiempo, para ellos la veda no existe. La predación: Es otra de las causas de la disminución de esta especie, puesto que el control de depredadores en nuestros campos es nulo, ya que son muchos los inconvenientes que la Administración pone para que se pueda hacer un control exhaustivo en nuestros cotos.La intoxicación: Producida en nuestros campos a causa de los herbicidas, también estaría en el origen de la disminución de la liebre, aunque muy pocos se autoinculpan achacando el problema a una excesiva presión cinegética. Habrá por supuesto cotos en los que la liebre tenga algunos o todos estos problemas comentados, mientras que en otros la hipotética caída de la liebre sea una suposición errónea o una fluctuación temporal sin más.


Aunque la mayoría de los cazadores hablan de un grave problema sanitario: la cisticercosis, los famosos “granitos de arroz” presentes en el hígado, la patología más comentada, quizá por su repugnante vistosidad, aunque pocos conocen el nombre, el origen y las consecuencias de esta parasitosis. Los cisticercos son las fases larvarias de un cestodo cuyo adulto es un parásito de perros, zorros, ginetas y meloncillos. Se suelen encontrar en forma de pequeños bultitos de color blanco, de menos de un centímetro de diámetro, en la cavidad abdominal de una liebre. Normalmente se adhieren en mayor o menor cantidad a estómago, intestino o hígado. Esta enfermedad, no supone ningún riesgo para las personas, pero debe evitarse su consumo por perros, zorros ginetas o meloncillos, ya que ello facilita la continuación de su ciclo vital, y la contaminación de nuevas liebres. Excepcionalmente, las infestaciones masivas pueden cursar con mortalidad, particularmente en lebratos.

La mejor recomendación en cuanto a la cisticercosis es la de no dar nunca las vísceras crudas a los perros, ni dejarlas al alcance de carnívoros silvestres. Para ello, las vísceras es mejor limpiarlas en casa y tratarlas como cualquier otra basura orgánica. Si es imprescindible eviscerar la liebre en el campo, lo mejor es destruirlas mediante fuego. El enterramiento no sirve de gran cosa, dado el excelente olfato de perros y depredadores. Como medida complementaria, es importante desparasitar periódicamente a los perros de caza con tenicidas, lo que contribuirá a la salud pública en general, y a la reducción de la incidencia de cisticercosis en particular.Las liebres más parasitadas son alcanzadas antes por los galgos, por lo que resisten una carrera más corta. Esto puede tener por tanto implicaciones a nivel evolutivo y ecológico de la especie y propone a la caza con galgos como una caza selectiva, donde los individuos más parasitados o de peor “calidad” son eliminados con anterioridad. Además, como norma general de higiene, las liebres deben eviscerarse siempre con guantes, no por los inofensivos cisticercos, sino por las muchas otras enfermedades que podemos compartir con los animales. Las liebres especialmente delgadas o con mal aspecto, así como las halladas muertas o enfermas, es mejor enviarlas a analizar y de esta forma conocer la patología causa de su muerte.

Juan Miguel Sánchez Roig
Presidente de la Asociación Canaria de Entidades de Caza (ACEC)
Vocal de la Asociación para el Fomento y Gestión de la Caza (AFECAM)

He leído con sorpresa la noticia publicada en la cual se pretende que la CAZA CON PODENCOS Y HURÓN, SEA DECLARADA COMO DEPORTE AUTÓCTONO Y TRADICIONAL EN CANARIAS. 

Estoy a favor de que la CAZA CON PODENCOS Y HURÓN, SEA DECLARADA COMO BIEN DE INTERÉS CULTURAL EN CANARIAS, por la tradición ancestral que conlleva su práctica, pero no comparto que sea declarada como deporte autóctono.

Quien ha promovido dicha declaración y la apoya me da la impresión que pretende que todos seamos lo que ellos se consideran ser, deportistas y no cazadores, o seguir viviendo de lo que ellos viven, el deporte; saltándose los preceptos Constitucionales o nuestro Estatuto de Autonomía de Canarias que diferencia claramente entre Caza y Deporte; o tal vez no sepan leer o no han leído las definiciones de Caza o Deporte de la Real Academia de la Lengua Española que indica como Deporte: Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas, y como Caza: «Acción de cazar» Cazar: Buscar o perseguir a las aves, fieras y otras muchas clases de animales para cobrarlos o matarlos.
  

Considero que la caza con podenco y hurón en Canarias es una tradición ancestral y una modalidad de caza muy peculiar en las Islas, y si se tuviera que declarar se debería de hacer como bien cultural, y nunca como deporte. Como quiere hacer la CCAA de Castilla y León con la Cetrería, declararla de interés cultural de carácter inmaterial en la que se indica: En la vida actual, el requerimiento de salir al campo a diario para entrenar y cazar con el ave de presa obliga al hombre moderno urbano a mantener un vínculo casi olvidado con la Naturaleza. (Resolución de 6 de julio de 2009, de la Dirección General de Patrimonio Cultural. BOE nº 212 de 2/9/2009).

Siempre estarán, los que afirman que la caza es un deporte, pero la legalidad Constitucional,  la legitimidad Estatutaria, las leyes nacionales y la realidad de su práctica en el medio natural y su actividad, poco o nada tienen que ver con la actividad deportiva de la competición que algunos pretenden que sea, y que han hecho que las leyes que regulan la caza en Canarias se aparten del mandato constitucional al legislar la Caza como un Deporte y a las entidades que la sustentan como deportivas.

Estoy convencido que la Administración Autonómica de Canarias y sus mandatarios no se dejarán manipular ni llevar, como hasta ahora, por intereses y consideraciones que se alejan de la legalidad, de la realidad y del sentido común y, legislarán a la Caza como lo que es, Caza.

Soy cazador, mis perros son de caza y la actividad que practico es la Caza. Así me identifico y me siento orgulloso de ello.

Víctor Rafael Mascarell Mascarell. Presidente de ADECACOVA.

En la Editorial de TROFEO del mes de Enero del 2010 su Director D. José Ignacio Ñudi escribe “La caza no es un deporte”; al leerla, me he alegrado de que una personalidad dentro del mundo de la caza como D. Ignacio y en la Editorial de esta prestigiosa Revista, haya expresado tan contundentemente lo que yo llevo diciendo, defendiendo, luchando y pidiendo a todos los amantes de la Caza desde hace muchos años. Sabía que el Sr. Ñudi compartía conmigo los mismos criterios en referencia a la Caza y al Deporte, pero nunca los había visto escritos con su pluma diestra como ahora. Les doy mi sincera enhorabuena.


Recuerdo hace algunos años, hacia el año 1999, cuando desempeñaba el cargo de Presidente de la Sociedad Local de Caza de Villalonga, me dirigí a Su Majestad el Rey de España pidiéndole ayuda al respecto, el cual trasladó dicha petición a la Administración competente de mi CCAA, ésta nos respondió afirmando que la caza no puede ser contemplada prioritariamente como un deporte y que en la futura ley de caza así se contemplaría. Cuatro años después, en el año 2004, en la aprobación de la actual Ley de Caza hicieron todo lo contrario. El Señor Tomás Puchol, Diputado del Grupo Parlamentario Popular en las Cortes Valencianas, afirmaba: “Evidentemente, existen matices dentro de lo que es la caza, pero la caza practicada tal y como se define en este proyecto de ley no deja lugar a dudas, es un deporte.” O lo que dijo en el Pleno de las Cortes: “que la ley tiene el soporte de la Federación de Caza” “y esta ley le parece estupenda”. ¿Cómo no le iba a parecer estupenda, si la Federación de Caza es una federación deportiva?

Siempre he defendido que la Caza no es un Deporte y he luchado por los Derechos de la Caza y su propia identidad. Ahora son muchos los que lo hacen y cada día son más. No por que considere o piense que debe de ser así, sino porque legalmente lo es, ya que la Constitución Española y el Estatuto de Autonomía indican que son dos cosas diferentes: la Caza y el Deporte. No voy a ser yo quien incumpla dicho mandato y legalidad afirmando que la caza es un deporte. Además sería ser un mentecato el no saber que la Real Academia de la Lengua afirma que el deporte es la actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas, mientras que la Caza no es ni un juego ni una competición.

Estoy convencido que la influencia de la Federación de Caza, que en la realidad y la legalidad es una federación deportiva, ha quitado identidad a la Caza y a los Cazadores, y si la Federación hubiera utilizado su fuerza y al colectivo de Cazadores para exigir los Derechos de la Caza, tal vez la caza y los cazadores no estarían en la situación que están en la actualidad. Pondré unos ejemplos para ilustrar la usurpación o pérdida de identidad: la Ley de Caza de la Comunidad Valenciana trata a los cotos como cotos deportivos, y a las modalidades de caza como modalidades deportivas (como por ejemplo la espera del jabalí); o por ejemplo la reciente Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, que nuestra Asociación de Entidades de Caza de la Comunidad Valenciana le ha ganado a la Consellería, donde la propia Administración afirma, o mejor dicho pretendía, que a las Sociedades de Cazadores se las considerara Clubes y federadas (entidades deportivas), para darles o adjudicarles las zonas de caza controlada; o el ejemplo más escandaloso de todos, que a los representantes de la Caza los designe para el Consejo Estatal para Patrimonio Natural y la Biodiversidad el Consejo Superior de Deportes. Estos son ejemplos que nos demuestran que poco a poco van quitando identidad a la Caza y a los cazadores.

En tiempos pasados los cazadores eran respetados y dignificados, llegó la democracia, y la Constitución Española y los Estatutos de Autonomía diferenciaron a unos de otros y dieron derechos. Los Sindicatos, los Grupos Ecologistas, los Partidos Políticos, etc., todos exigieron y crearon leyes para que su identidad y su mundo fuera lo que realmente es, son, hacen y quieren ser, pero la Caza a hombros de una Federación deportiva no pidió ni exigió nada para la Caza y los cazadores, simplemente porque ya lo tenía según sus representantes, eran deportistas y los amparaba el seno del Deporte. Lo único que tenían que hacer era convencer que los cazadores que eran deportistas y que la Caza es un deporte, así la masa de ese gran universo que es la Caza estaría a sus pies. Y así lo hicieron, consecuencia de ello año tras año la Caza y los Cazadores han ido perdiendo posiciones y el deporte ganándolas, y esa pérdida ha provocado que la Caza no haya exigido su posición social que debería tener en el seno de la sociedad, así poco a poco los Cazadores han sido apartados y tratados como los paganos de todos los males y los culpables de todas las desgracias a los ojos de los demás por existir y no estar en ninguna parte, y lo más grave de todo es que han ido perdiendo lo que son y hacen: su identidad; y cuando uno pierde su identidad pierde la razón de su existencia.

Con los años me he dado cuenta que cuando hablo o escribo de los Derechos de la Caza y de los Cazadores, del Deporte, de la Constitución Española, o del Estatuto de Autonomía o de la Caza en general percibo que la mayoría de mis compañeros de afición no entienden lo que estoy diciendo, y de la gran importancia que tiene este tema para los Cazadores y la Caza, pues es el ser o no ser de su existencia y de su unión. Por ello les diré lo mismo pero con otras palabras…

No quiero, como cazador, entrar en mi casa (la Federación) y abrir una puerta y que se hable de Tiro de Pichón, abrir otra puerta y se hable de Codorniz a Máquina, y abrir otra y se hable de Caza Menor con Perro, etc., (competiciones); o cuando abra otra puerta se hable de clubes; o abrir otra puerta de la que dicen que es mi casa y se hable de modalidades deportivas; y cuando abra otra se hable de árbitros y jueces, etc.; o cuando tenga que elegir a quien me va a representar me convoquen como deportista y pueda votar si tengo licencia federativa. Esa no es la casa que quiero como cazador, y es la que hay ahora.

Quiero entrar en mi casa y abrir una puerta y que se hable de especies de caza mayor o menor (migratorias, acuáticas, etc.); y abrir otra puerta y se hable de Sociedades de Cazadores y sus problemas y necesidades; y cuando abra otra se hable de modalidades de caza y sus tradicionales; o abrir otra puerta y se hable de la vigilancia de los cotos, su gestión, y sus planes técnicos; u otra de perros de caza; y cuando abra otra se hable de las órdenes de vedas, etc.; o cuando tenga que elegir a quien me va a representar me convoquen como cazador, y votar por tener una licencia de caza. Esa es la casa en la que me veo reflejado y que me identifica, y la que quiero.

No quiero, como cazador, tener como Organismo o edificio dentro de la Administración (Consejo Superior de Deportes) que me ampare, reconozca y trate como a un deportista, que no influya donde se legisla la Caza; que hable de clubes deportivos (registro, estatutos, etc.); de modalidad deportiva (fútbol, tenis, etc.); de árbitros y jueces; y sus puertas hablen de eso, de deportistas de élite, Federaciones, de competiciones y de campeonatos deportivos. Ese no es el Organismo o el edificio que quiero para la Caza, y es el que ahora hay.
Quiero, como cazador, tener dentro de la Administración un Organismo o edificio que me escuche, ampare, reconozca y trate como a un cazador, que influya ahí donde se legisla una materia que afecte a la Caza (especies, carreteras, perros, medio natural, etc.), que hable de Sociedades de Cazadores (registro, estatutos, etc.), de modalidades de caza (al salto, al rececho, a la espera, cetrería, reclamo, etc.), y de cotos de caza. Que me informe, forme, organice las elecciones de mis representantes, investigue las especies de caza y comparta la responsabilidad que como patrimonio natural faunístico conllevan estas especies silvestres, que ayude a su gestión y colabore en su preservación y dé soluciones a los problemas, y trate a la Caza y a los Cazadores con la dignidad y el respeto que se merecen.

Lo expuesto en los párrafos anteriores es lo que quiero, y por lo que lucho desde hace años, junto con otros muchos cazadores, por Los Derechos de la Caza y su propia identidad.
Considero que si los cazadores y la Caza no quieren continuar siendo los paganos de todos los males de esta sociedad, cada vez más urbana, deben unirse en un frente común y exigir sus derechos, y legislar su mundo a su imagen y semejanza al margen del Deporte, de lo contrario nuestros hijos no recibirán el legado que nos transmitieron nuestros padres, la Caza.

 

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